https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Rob Roy - Tomo I" de Walter Scott (página 8) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Jueves 01 de mayo de 2025
  Home   Biblioteca   Editorial      
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  (8) 
 

He ahí por qué, preciso es repetirlo, mi estancia en Burdeos no había correspondido a las esperanzas paternas. Lo que mi padre estimaba como asunto principal no era para mí de consecuencias y, a no retenerme el deber, ni aun habría preocupado mi atención. Dubourg, nuestro corresponsal único (cualidad que le valían cuantiosos beneficios) era un hombre demasiado ladino para dar al jefe de la casa noticias que hubieran disgustado a padre e hijo simultáneamente; y acaso, conforme se verá, procuraba servir sus propios intereses al permitirme descuidar el estudio para el que se me había puesto bajo su tutela.

Mi sistema de vida era en su casa muy metódico, y, por lo tocante a costumbres y comportamiento, nada tenía que echarme en cara. Mas, en presencia de defectos peores que la negligencia y el desvío del comercio, ¿quién sabe si el astuto perillán no habría mostrado complacencia idéntica? Sea como quiera, viéndome destinar una buena parte del día a las ocupaciones que me señalaba, le importaba poco el averiguar en qué pasaba yo el resto del tiempo, y no le parecía mal el verme hojear a Corneille y a Boileau en lugar de cualquier viejo manual de comercio o de banca.

En su correspondencia inglesa, Dubourg no dejaba de deslizar de cuando en cuando la siguiente frase cómoda que había leído en alguna parte: «Vuestro hijo es cuanto un padre puede desear». Frase pesada en fuerza de repetida, pero que no tuvo el don de despertar inquietud alguna en mi padre, por ofrecer un sentido claro y preciso. En materia de estilo, ni el mismo Adisson hubiera podido facilitar modismos más satisfactorios que éstos: «Al recibo de la vuestra de... Habiendo dispensado buena acogida a las adjuntas letras, cuyo detalle va a continuación...»

Sabiendo, pues, perfectamente lo que de mí se prometía, y en vista de las constantes seguridades de Dubourg, mi padre no dudó un instante de que llegaría yo al punto en que deseaba verme.

Sobrevino la epístola, escrita en un día de desgracia y en la que, después de prolijas y elocuentes excusas, declinaba yo la honra de ocupar una plaza, un pupitre y un taburete en un rincón de las sombrías oficinas de Crane Alley: pupitre y taburete más elevados que los de Owen y de otros empleados, y que sólo era inferior al trípode del mismo principal.

Desde entonces fue todo de mal en peor. Las cartas de Dubourg se hicieron tan sospechosas como si hubiese consentido la protesta de su firma, y fui enseguida llamado a Londres, donde me aguardaba el recibimiento que acabo de referir.

 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  (8) 
 
 
Consiga Rob Roy - Tomo I de Walter Scott en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Rob Roy - Tomo I de Walter Scott   Rob Roy - Tomo I
de Walter Scott

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2025 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com