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-Esta es vuestra carta, Frank, fecha del 21 del próximo pasado. En ella me significáis -y aquí recorrió con la vista algunos pasajes- que en el momento de abrazar una carrera, negocio de gran trascendencia para la vida, esperáis que mi bondad paternal os conceda, por lo menos, la alternativa en la elección; que existen impedimentos... Sí, realmente existen impedimentos, entre paréntesis, ¿no sabríais escribir de un modo más inteligible, poniendo las correspondientes tildes a vuestras t t y abriendo los ojos de vuestras s s? impedimentos invencibles para el plan que os he propuesto... Habláis largo sobre el particular, pues habéis llenado cuatro caras de buen papel para lo que, mediante algún esfuerzo para ser claro y neto, hubierais podido resumir en cuatro líneas. En una palabra, Frank, vuestra carta se reduce a que no queréis cumplir mi voluntad.

-Lo que equivale a decir, en el presente caso, que no puedo acceder a ella.

-Yo me preocupo muy poco con las palabras, muchacho -dijo mi padre, cuya inflexibilidad presentaba las apariencias de una calma imperturbable-. A veces es más cortés decir no puedo que decir no quiero: convenido; pero son frases sinónimas, cuando no existe imposibilidad moral. Por lo demás, a mí no me gusta atropellar los negocios. Continuaremos después de comer... ¡Owen!

Owen compareció. No tenían aún sus cabellos aquella blancura de plata que debían dar a su vejez un aspecto tan venerable, porque a la sazón no había cumplido los cincuenta años. Vestía, sí, como vistió toda su vida: levitón color de avellana, chaleco y calzón de lo mismo, media de seda gris perla, zapatos con hebillas de plata, bocamangas de batista bien plegadas y ceñidas sobre sus manos, las cuales bocamangas, una vez en el despacho, metía cuidadosamente dentro las mangas a fin de preservarlas de las manchas de tinta. En una palabra, presentaba aquel aspecto grave y solemne, pero bondadoso, que distinguió, hasta su muerte, al dependiente principal de la importante casa Osbaldistone y Tresham.

Después que el viejo y excelente empleado me hubo dado un afectuoso apretón de manos:

-Owen -le dijo mi padre-, hoy comerás con nosotros para saber las noticias que nos trae Frank de nuestros amigos de Burdeos.

 
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