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Estos palmares (buritisaes) constituyen un típico adorno de la zona del río S. Francisco y vastas regiones interiores de igual anchura. La palmera burití o brutí, por cierto uno de los más bellos productos del mundo vegetal, eleva a treinta o cuarenta metros de altura su tallo enhiesto como una columna, adornado por un penacho de grandes hojas apantalladas que ondean al viento. Esta planta provee a los nativos fibras y líber de la epidermis coriácea de sus hijas, el techo para sus chozas de toda su fronda, listones y vigas de la parte periférica de su tronco, remos de los pecíolos de sus hojas, una bebida muy agradable, parecida al zumo de abedul, de efecto embriagador como el vino en fermentación del jugo contenido en su tronco y un plato de buen sabor de la pulpa de sus bayas aderezadas con azúcar, una golosina llamada sajetta que constituye un rubro comercial del Sertáo de Minas que se lleva a la costa. Tan variada utilidad ha elevado este noble árbol a los ojos de los sertanejos a una altura sagrada y en algunas regiones, por ejemplo, en S. Romáo se acostumbra agregar a la dote de una joven una cierta cantidad de estos árboles. Si bien estas palmeras dan al paisaje un aspecto muy seductor en formaciones ralas, es muy peligroso internarse en esas regiones, pues constituyen el habitat de las boas, que de acuerdo con las aseveraciones del Senhor Nogueira Duarte llegan a alcanzar tales proporciones que al yacer inmóviles entre la hierba pueden confundirse a primera vista con un tronco caído de palmera. Estos monstruosos reptiles no son peligrosos por su ponzoña, sino por su inmensa fuerza. Al disponerse a atacar enroscan la cola en derredor de un tronco o una piedra y se arrojan en un amplio movimiento de flagelo sobre su presa a la cual le trituran los huesos con sus anillos antes de tragarla lentamente en un típico acto de succión. Cuando están famélicas los ejemplares adultos llegan a atacar a jinete y cabalgadura o a un buey del cual se comen hasta las astas que dejan pudrir. Las boas de tamaño menor también son capaces de tragar masas considerablemente voluminosas. Así, varios sertanejos nos contaron haber encontrado en el estómago de un reptil de unos trece metros un venado y dos jabalíes. Es una fábula que la boa envuelve previamente a su presa con baba. Tuvimos frecuentes ocasiones de ver estos reptiles tomando sol a orilla de las lagunas, enrolladas como cabos de amarre pero no pudimos capturar ninguno porque al notar nuestra proximidad se arrojaban al agua con la velocidad de un relámpago. La caza de estos animales no es peligrosa porque son tontos, perezosos y asustadizos y al estar heridos, probablemente cuando se lesiona la médula espinal, quedan rígidos e inmóviles. El momento más propicio para su captura es aquel en que permanecen torpemente echados durante varias semanas después de haber deglutido a su víctima. Además, tampoco es raro que los sertanejos persigan a estas bestias a nado cuando intentan huir por el agua. Tan pronto les dan alcance las abrazan a la altura. de la cabeza y las matan con un cuchillo de larga hoja. Su carne no es pero su grasa se usa para curar ciertas enfermedades, comestible como la tisis y elaborar ungüentos desinflamatorios. La piel, cubierta con vistosas escamas romboidales se curte y sirve para la confección de lujosas mantillas de montura. Así como entre las clases de animales superiores hay ciertas especies y familias propias del Sertáo o que abundan en la región, también observamos una gran diversidad de insectos en comparación con la fauna de la Meseta de Minas. |
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