-¡Yehuda!
-De lo contrario, yo seré el siguiente "suicida". Y tengo mucho que hacer 
antes de que eso ocurra.
Sin que lo advirtieran, había ingresado una sombra. Cuando reaccionaron ante 
la presencia no deseada, cruzaron una mirada de alarma. Se preguntaban cuánto 
habría escuchado Hans de Rückowicz: desde los asesinatos de los banqueros, no 
dejaba de circular por la corte el rumor de que el conde y sus lugartenientes 
Broumov y Sternberg tenían mucho que ver con aquellos turbios asuntos.
-Majestades... -empezó a decir el visitante, con una sonrisa burlona.
-No ironices, Hans -dijo el emperador-, o conocerás mi enojo.
-No ironizo. El Emperador y el Gran Rabino... ¿Cómo se supone que debo 
dirigirme a vosotros? Vos, Majestad, me nombrasteis jefe de seguridad del 
castillo... y yo debo soportar que vuestros secuaces permitan la entrada 
subrepticia de este... de este hombre: nada menos que el Maharal de Praga. Más 
aún, directamente lo habéis dejado ingresar en vuestra propia antecámara. Por 
dónde pudo haberse infiltrado, no lo sé. De este modo me desautorizáis ante mis 
subordinados. ¿Qué excusa tengo? -y al decir esto Rückowicz miró al judío con 
manifiesto desdén-. ¿Qué excusa tengo para explicar que el miembro más 
importante de la judería logra introducirse cuando quiere en vuestras 
habitaciones?
-¡Impertinencia! Ni siquiera tú, Hans, estás autorizado a entrar aquí sin 
previo anuncio. Acompaña al rabino Löw en su salida del castillo y pon una 
escolta a su disposición. Te hago responsable de que llegue a salvo a su 
casa.
-Y con el sospechoso carro repleto de heno que ha quedado en las 
caballerizas... ¿qué hago?
El emperador lo fulminó con la mirada. Era evidente que Rückowicz había ido 
demasiado lejos.
El conde optó por la prudencia:
-Como ordenéis, Majestad -dijo, y tras una reverencia giró. Con la cabeza 
ladeada, un rictus de fastidio y el brazo extendido indicando la salida, se 
dirigió al rabino-. Por aquí, Yehuda Lev ben Bezalel.
Y guió a aquel judío por innumerables salones, hasta dejarlo en manos de la 
guardia palaciega.