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Se puede imaginar fácilmente lo divertidas que resultaban estas reuniones si se les agrega lo que nunca faltaba, vino, Rock de los sesentas, música de protesta latinoamericana, y un generoso caudal de insultos alos gobiernos dictatoriales que atropellaban y masacraban a sus ciudadanos, principiando por el gobierno mexicano del 68, el de Chile de Pinochet, el de Argentina y su junta de gobierno y al de los Estados Unidos por todo lo negativo que tienen como gobierno imperialista, aunque siendo justos, reconocíamos –yo aún lo hago– que una cosa es el gobierno y otra el pueblo, exactamente como sucede en cualquier otro país. El pueblo norteamericano tiene mucho que admirarse y de que enorgullecerse, el jazz, el blues, Bob Dylan, Joan Sebastian, Marilyn Monroe, la última reina de Hollywood, colmada de bendiciones por Afrodita, entre muchas personalidades más. Pasábamos la tarde y parte de la noche festivamente, nos reíamos de nosotros mismos al echar improperios al viento al capitalismo mientras brindábamos con un vaso del refresco, producto representativo de los más oscuros demonios del imperialismo pero que –argumentábamos muy solemnemente, convencidos de su eficacia– pierde todo su poder maléfico y se puede degustar incluso, bautizándolo con el agua de fuego de un ron... cubano por supuesto. En esta parafernalia, también se contaban chistes de todos colores y texturas, y cuando surgía el primer chiste, al cual seguirían otros tomando como hilo conductor el tema del primero, algo maravilloso ocurría entonces, los chicos, hijos de nuestros amigos y los propios, que durante toda la cena se habían comportado como duendes dementes en luna llena, cesaban su barulla y escándalo, y a la chita callando, se acercaban formando un corrillo alrededor de los comensales, al terminar el chiste, se tapaban la boca intentando contener la risa que les delataría la cochina mente que ya poseían. Cuando se terminaba esta etapa y se regresaba a los temas habituales ellos también volvían a sus gritos, sus peleas y su alboroto. Mirando la situación en retrospectiva, ahora no me siento muy seguro de que eso me hiciera madurar como individuo, a no ser que se tome como tal, el respeto que le fui guardando a las bebidas embriagantes por los estragos que me producían al día siguiente.
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Consiga Por veredas de magia y chamanismo de José Luis Cortés Peñaloza en esta página.
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