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Sin embargo, una gran parte de los libros sobre el desarrollo de los poderes que tiene el ser humano y el cómo obtenerlos presentan, para el grueso de la humanidad algunos obstáculos no fáciles de esquivar, uno de ellos es la afiliación a alguna de las sociedades que tienen acceso a archivos en los cuales se explican todos los fenómenos naturales. Supuestamente de esos archivos abrevaron conocimientos algunos de los íconos de la genialidad humana, cómo es el caso de Newton, Pitágoras, Da Vinci, por citar solo algunos en el plano intelectual o la adquisición de una supra humanidad como la mostrada por Jesús, Buda o Zoroastro.
Para algunas personas, y pongo mi personal caso como ejemplo, nunca logré de forma concreta, material, ser miembro activo y no virtual de una asociación esotérica, de una logia o fraternidad que colmara mis particulares perspectivas, de manera que empecé a caminar a cómo lo hace un autodidacta, juntando un poco de aquí, otro poco de allá y algo más de acullá. He aquí mi reseña.
Hacia 1980 conocí a Juan M. en un curso sobre radioisótopos, él fue quien me puso en contacto con los libros de Carlos Castaneda, uno de los cuales, “Viaje a Ixtlán” me conmovió tan profundamente que lloré leyendo las últimas páginas, al relatar la profunda nostalgia que siente un chamán por el ser humano común y corriente que dejó de ser mientras se transformaba su consciencia, proceso en el que no hay regreso (Castaneda, 2001).
En ese tiempo, tenía entre otras tantas ideas, absurdas casi todas, que el reunir a mi esposa y a mis pequeños hijos con las familias de mis amigos y compañeros de trabajo para comer o cenar al menos una vez al mes me ayudaría a madurar como individuo y extrapolando esa idea, lo mismo sucedería con mi familia, por algún oscuro motivo que aún no distingo, pensaba que ganaba respetabilidad, así que, creyendo que era buena inversión, gastaba una parte de mis ingresos en este tipo de reuniones, pero el problema no era la reunión, el problema eran los amigos, la amistad de los cuales había sido recolectada en diferentes momentos de mi vida, así, uno de ellos, amistad originada a los ocho años de edad en la escuela donde estudié la primaria, era obrero calificado de la Ford Motor Co. A Otro, Ramón C. lo conocí en la preparatoria y es un capitalista convencido de que es bueno que un millón de personas escupan sangre para que uno sólo viva como rey, Marcos H; Miguel E; José Luis L. fueron hechos durante mis estudios profesionales y eran socialistas con diferentes grados de radicalismo, Carlos O. un muy querido argentino exiliado que nunca perdió ese toque de sencillez que les ha dado fama mundial, Jorge R. un ingeniero civil que conocí mientras intentábamos vender, infructuosamente por supuesto, enciclopedias de casa en casa en una etapa económica muy difícil de mi vida, Jorge estudió por pura presión maternal esa carrera y la terminó para que su madre pudiera colgar un título en la pared de su comedor mientras él ya se había conseguido un trabajo de profesor y se dedicaba a dar clases de física en una vocacional y leía literatura esotérica, cuando no estaba tocando guitarra en una banda de rock, y Juan M. adicto como dije a los libros de Castaneda.
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