Cuando una nación cree que un nuevo proyecto fundacional y una
nueva identidad nacional pueden discutirse y decidirse cada semana en una mesa
redonda literaria, un programa de televisión o en un ministerio de Educación, es
porque el último tren ya partió o alguien se equivocó de estación.
La filosofía está sujeta al pressing del tiempo. No
tiene lapso grueso para rumiar con pausa. La voracidad mal digerida es
inevitable. No es tiempo de seriedades y de digestiones bajo control de
especialistas. Nuestro medio intelectual está poblado de los que dicen que el
verdadero pensamiento tiene la gloria de la posteridad. Despreciar a los medios
masivos de comunicación, denunciar la estupidez televisiva, defender el
verdadero pensamiento frente a las seducciones del mercado se estima una pose
interesante. Se considera así que a un intelectual talentoso sólo le espera la
gloria y poco le vale la fama. Se expone el ejemplo de Macedonio Fernández,
quien no era famoso en el veinte y hoy se habla de él. Se espera el tiempo del
más allá en la inmortalidad.
El otro día un simpático escritor decía que ya no esperaba gran
cosa de la literatura, le bastaba con ser leído dentro de doscientos años. Hice
la cuenta, en mi caso equivale a desear que un tataranieto me recuerde como un
esforzado filósofo. No sé por qué se me ocurre que vamos a estar distraídos en
otras cuestiones. A lo sumo, y con suerte, seremos pasto de tesis de algún
doctorado de una disciplina en desuso. Si es que sobreviven los pastos, o las
tesis.
La filosofía tiene el desafío de la aceleración. Debe enfrentar
un tema de hoy que quizá no será mañana. La realidad es un duelo, exige esgrima,
fintas, decisiones intelectuales y singulares. Por eso el filósofo de hoy no
tiene la misión de buscar la verdad, y menos de enunciarla, sino de equivocarse
con la mayor precisión posible. Una inteligencia del error. Por eso ya tampoco
sirven los matriceros del pensamiento: los ideólogos. Aplicar un mismo molde a
la realidad es azotar el océano para que se calme. Tomar posición de acuerdo con
cada situación, pensar sin prever el resultado, admitir la complejidad de la
oferta a pensar, decidir un camino de acuerdo con un reflejo cuasibiológico,
hacer un uso no culposo de la inteligencia, recibir los juegos y las alegrías
del baile de las ideas, eso es lo que espero que encuentren en estas páginas en
las que se habla de todo y de muchos que habitan nuestro escenario nacional.