-¿Sabes? -continuó Ana- en realidad eres muy simpático. Al
principio me diste la impresión de que eras algo engreído, pero no es así.
-Me agrada que te simpatice -Alejandro se limpió los labios con
su servilleta-. Creo que ya he hablado mucho de mí, ¿por qué no me hablas ahora
de ti? Dime, ¿a qué te dedicas?
-Estoy estudiando periodismo. De hecho, por eso fui al museo.
Estoy buscando algún tema sobre el cual elaborar un reportaje para la
universidad.
-¡Oye, qué interesante!
Una nueva pieza musical de romántico compás invitaba a ocupar
la pista.
-¿Quieres bailar? -propuso Alejandro a Ana.
Ana miró a su alrededor poco convencida.
-Pero si todavía nadie ocupa la pista...
-¡Qué importa! -dijo Alejandro con un arrebato mientras se
ponía de pie tomando de la mano a Ana y llevándola a la pista.
Y comenzaron a girar suavemente en el centro de la pista hasta
que otras parejas paulatinamente se les unieron. Una vez acoplados los dos a la
sutil cadencia de la melodía, Alejandro retomó la conversación de sobremesa:
-Bien y, ¿decidiste ya sobre qué escribirás?
-¡Por supuesto! Verás, mi tema será: "Alejandro Duval, gran
escultor contemporáneo con estilo innovador".
-¡Oh! Debo sentirme honrado. Una bella periodista me dará a
conocer.
-Aún no lo soy.
-Yo tampoco soy ya "un gran escultor".
-Pronto lo serás.
-Y tú una preciosa reportera.