Ninguno de los dos faltó a la cita. El restaurante era pequeño
y acogedor y tenía una pequeña pista de baile aún vacía. La iluminación y la
música suave estilo bossa nova, le daban un fondo elegante y apacible.
-Así que -preguntó Ana, a la vez que acercaba una copa de vino
a los labios-, ¿eres de ascendencia francesa?
-Mi madre es francesa -contestó Alejandro-. Mi padre estuvo un
tiempo en Francia. La conoció, se enamoraron...
Ana apoyó su brazo sobre la mesa y el mentón sobre su mano
mientras miraba a Alejandro.
-Cuéntame de tu padre -le pidió.
-Mi padre, pues, ¿qué te diré? Él era ensayista. Publicó
algunos libros y escribió también algunos artículos para la prensa. En un tiempo
también quiso que yo fuera escritor. Estuve en la facultad algunos semestres...
No pude, simplemente no era lo mío.
-¡Bueno, cada cual su vocación!
-¡Definitivamente! Nunca me hubiera acostumbrado a estar tras
el teclado escribiendo insulsos ensayos.
Repentinamente Alejandro cambió su expresión y le preguntó a
Ana con fingida seriedad:
-¿Sabes qué es algo insulso?
Ana lo miró extrañada.
-No, no exactamente... creo que es algo...
-Aburrido.
-¡Sí, eso!