-Estás preciosa -le dijo.
Ana sonrió coquetamente.
-Tú también me agradas, Alex, y lo sabes.
Alejandro se quedó en silencio por momento. Luego se acercó a
Ana y la besó suavemente en los labios.
-Lo siento -le dijo reticente.
Ana se sorprendió.
-No te entiendo. ¿Quieres decir que ya no me mostrarás como
haces eso?
Alejandro no le contestó. Se había dirigido a unos cajones y
buscaba algo.
-Alex, ¿qué te pasa?
Ana trató de incorporarse. Apenas se puso de pie y sintió un
vértigo que la obligó a arrellanarse otra vez en el sillón. Tuvo la sensación de
que todo se movía alrededor de ella y la visión se le empezó a nublar.
-Me siento mal -dijo mientras se llevaba una mano a la cabeza-.
Debió haber sido el brandy. No... no estoy acostumbrada.
Para entonces Alejandro había encontrado lo que deseaba y se
dirigía hacia ella.
-Amor. -decía con voz serena- ... ¿Sabes qué...
Ana no se sentía con deseos de que Alejandro la ilustrara en
ese momento. Sentía que perdía el conocimiento. La visión casi le era imposible.
Miró entre nubosidades cómo él se acercaba cada vez más.
Llevaba algo metálico, brilloso, en las manos.
-... ¿Sabes qué es DESOLLAR?
En el último momento creyó comprenderlo todo.