-Soy impertérrito preciosa. ¿Sabes qué es impertérrito?
-¡Oh, Alex! No empieces con tus palabras raras. Te lo digo en
serio. No debes temer que otros imiten tú técnica, podrías demandarlos.
Además...
Alejandro colocó suavemente su dedo sobre los labios de Ana y
le dijo:
-Ven, te mostraré algo.
Cruzaron la sala y él la llevó a un cuarto espacioso que
utilizaba como taller. Abrió la puerta y encendió la luz. El cuarto estaba en
aparente desorden. Se veían por aquí y por allá los instrumentos propios de un
escultor, un pequeño banco y una escalera doble, abierta en triángulo, que no
medía más de un metro de altura, también había unos reflectores móviles en el
techo. En el centro estaba, cubierta por una manta blanca y larga, una estatua
que medía dos metros aproximadamente desde su base. Alejandro se acercó a ella y
jaló la tela dejando al descubierto la escultura. Era la figura de una mujer
desnuda. El trazo de su silueta resaltaba por su belleza y gracia. Alejandro
extendió los brazos.
-¿Qué te parece? -le preguntó a Ana.
Ana se quedó por unos instantes observando con asombro la obra.
-¡Es maravillosa, Alejandro! ¡Impresionante!
-Quería que la vieras tú primero.
-¡Te harás famoso!
-La llamaré la "Venus de Duval". Se oye bien. Ha habido muchas
"Venus", ésta será "la de Duval", la más perfecta, la más real, la más...
-Pero aún te falta...
-Ponerle su "piel".
-Sí.
-Lo haré ahora mismo.
Ana saltó de emoción.