Ambos se miraron en silencio.
-Bueno -dijo por fin Alejandro-, y, ¿qué escribirás sobre mí?
Ana esbozó una sonrisa y apuntó sentenciante con el dedo:
-Me tendrás que revelar tu técnica secreta.
Alejandro arqueó las cejas con fingido espanto.
-¡Uyyy! Eres obstinada. Quizá puedas convencerme, te propongo
un trato: ¿qué te parece algún tip a cambio de tu ósculo en mis labios?
Ana abrió mucho los ojos y se apartó un poco de Alejandro.
-¡No te enojes! ¿Sabes que es un ósculo? Un beso.
Ana bajó la mirada apenada y luego los dos comenzaron a reír.
Después de un momento ella insistió:
-Sea como sea, lo voy a descubrir.
Alejandro la acercó a su pecho mientras se guardaba una
sonrisa.
Tres semanas después de que se conocieron en el museo habían
continuado frecuentándose. Ana se había propuesto descubrir la "técnica secreta"
de Duval. Él le comentaba que ahora trabajaba en una escultura que lo
consagraría y lo daría a conocer mundialmente, que muy pronto acabaría pues sólo
le faltaba dar los toques finales.
Desde su recámara, Ana escuchó el repiquetear del timbre de su
departamento y se apresuró a abrir. Recibió la entrega proveniente de una tienda
de regalos y despidió con una propina al niño que se le entregó. Leyó la nota
que colgaba de la caja:
"Espero que te gusten los regalos. Estoy por terminar la
escultura de que te conté y deseo que vengas a verla tú, antes que nadie.
Háblame si deseas que pase por ti. Te quiere: Alejandro"