-La... la... verdad es que no me trae nada en concreto, -le
respondí un poco sorprendido-. Me ha llamado la atención el
aspecto de su establecimiento. He imaginado que estaba en la Lima del siglo XVI
y que al entrar, me iba a atender un personaje de aquella época.
-Pues casi, casi lo acertáis, caballero. Porque esta
tienda ha estado abierta desde el año 1.610. Y ha ido pasando de
generación en generación hasta llegar a un servidor,
-respondió al mismo tiempo que enderezaba más su encorvado cuerpo
y encendía su cara con una expresión muy viva-.
-Soy escritor y estoy de paso por Lima, buscando
información para mi libro. Me he metido un poco a la aventura por esta
parte antigua de la ciudad, tras las huellas de los que vinieron de más
allá del mar. He visto su pequeña tienda y me he dicho que
quizás aquí adentro, podía encontrar algo interesante
-especifiqué con más detalle, al ver el interés del
anciano-.
-Podéis mirar lo que vuestra merced desee. Si lo
hacéis por aquellas estanterías, puede que halléis
algún documento antiguo; porque hace años, yo diría siglos,
que nadie ha osado hojearlos;
-indicó, muy expresivamente, un lugar del pequeño
establecimiento que, en aquellos momentos, estaba alumbrado por un rayo de sol
que se colaba por la única ventana que tenía.