EL SENTIDO FILOSÓFICO DE LA ARGENTINIDAD
Cuando nuestra raza llegue a contar en su historia intelectual un filósofo -platónico y artista como Emerson, o aristotélico y cientista como Spencer, habrá en su doctrina, a no dudarlo, algo nuevo y autóctono: La <argentinidad>. No quiere esto, decir que todo pueda ser original en la obra de un verdadero filosofo; la concepción sintética de la naturaleza en que vivimos y la elaboración de ideales humanos como resultado último de nuestra experiencia, es una obra de progresiva integración. Pero cada filósofo y cada raza, al constituir su mentalidad propia, orienta en sentidos nuevos la común sabiduría de su evo. Por eso decimos: la «argentinidad» es el sentido nuevo que la raza naciente en esta parte de él mundo podrá imprimir a la experiencia y a los ideales humanos.
La nacionalidad argentina se está constituyendo como producto de causas distintas de las que determinaron la formación de las naciones orientales y europeas: otro es el medio y otra es la amalgama inicial. La naturaleza, los elementos étnicos refundidos en nueva raza, los orígenes de su cultura, la evolución de los ideales directivos, todo lo que converge a caracterizar una mentalidad nacional, difiere en mucha parte de los modelos conocidos. Por eso la renovación de las ideas generales incesante en la humanidad, aunque distinta en cada punto del espacio o momento del tiempo- se operará entre nosotros con diversos ritmos y acentos que en las naciones formadas o dirigidas por tradiciones que no son las nuestras.
No implica ello que la Argentina carezca de tradición cultura; significa que la existente es pequeña. Y si esto puede ser motivo para no envanecemos del pasado, como acostumbran sin esperanza de porvenir, bien podría serlo de regocijo si advirtiéramos que nuestra exigua tradición es de óptimo presagio para un mañana inminente. Nos faltan el ancla de las malas rutinas y el vicio teológico medieval, que pesan tanto como honran a las naciones que están por cerrar su ciclo en la historia humana; tenemos, nosotros, el pie ligero para encaminamos hacia eras nuevas y ocupar un puesto de avanzada en la cultura humana, que los siglos renuevan sin descanso.
No tendremos el trabajo de olvidar que es lucha agotadora para los que viven del recuerdo. De la experiencia contemporánea tomaremos lo que sirva, todo lo que sirva, sin lástima cualquiera filtración medieval que la contradiga; lo que sea futuro, en el mundo de la experiencia y del ideal, podremos sembrarlo en nuestra virgen mentalidad argentina, libre de errores hereditarios que en nombre de ideales muertos nos impidan entregarnos a ideales vivos.
Cuando esa hora llegue -que llegará, en años o en siglos- nuestra nacionalidad tendrá un pensamiento propio e inconfundible. Y será su filósofo aquel genio que sepa expresar en fórmulas nuestro sentido nuevo para plantear los problemas que en otros tiempos y en otras razas constituyeron el contenido de toda filosofía: De la experiencia argentina, matiz diferenciado dentro de la común experiencia humana, saldrá ideas e ideal que constituirán una filosofía argentina.