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Si se quiere tener una idea precisa de estas vastas provincias que desde hace siglos han sido gobernadas casi como estados separados, por virreyes y capitanes generales, hay que prestar atención a varios puntos a la vez. Hay que distinguir las partes de la América española opuestas al Asia, de las que están bañadas por el océano Atlántico; hay que discutir, como hemos hecho, dónde está colocada la mayor parte de la población y si ella está cercana a las costas, o si está concentrada en el interior, sobre las altiplanicies frías y templadas de las cordilleras; hay que verificar la razón numérica entre los indígenas y las demás castas, buscar el origen de las familias europeas, examinar a qué raza pertenece la mayoría de blancos en cada parte de las colonias. los andaluces-canarios de Venezuela, los montañeses (así llaman en España a los habitantes de las montañas de Santander) y los vizcaínos de México, los catalanes de Buenos Aires, se distinguen esencialmente entre sí en lo que hace a su aptitud para la agricultura, para las artes mecánicas, para el comercio, y para las cosas que provienen del desarrollo de la inteligencia. Cada una de estas razas ha mantenido, en el Nuevo como en el Viejo Mundo, los matices que constituyen su fisonomía nacional, la aspereza o la blandura de su carácter, su moderación o el deseo excesivo de lucro, su hospitalidad afable o el gusto por la soledad. En los países cuya población está compuesta en gran parte de indios y de castas mezcladas, las diferencias que se manifiestan entre los europeos y sus descendientes no pueden, seguramente, ser tan opuestas y definidas como las que antaño exhibían las colonias de origen jónico o dórico. Españoles trasplantados a la zona tórrida, hechos bajo un nuevo cielo, casi extranjeros a los recuerdos de la madre patria han tenido que experimentar transformaciones más sensibles que los griegos establecidos en las costas del Asia Menor o de Italia, cuyos climas difieren tan poco de los de Atenas o de Corinto. No se puede negar las diversas modificaciones que en el carácter del español-americano han producido a la vez la constitución física del país, el aislamiento de las capitales en altiplanicies, o su proximidad a las costas, la vida agrícola, el trabajo de las minas, y el hábito de las especulaciones de Caracas, de Santa Fe de Quito y de Buenos Aires, algo que pertenece a la raza, a la filiación de los pueblos. |
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Hacia el valle de Caracas
de Alexander von Humboldt
ediciones elaleph.com
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