Caracas es la capital de un país casi dos veces más grande que el Perú actual y algo menor que el reino de la Nueva Granada. Este país, que el gobierno español designa con los nombres de Capitanía general de Caracas o de provincias (reunidas) de Venezuela, tiene alrededor de un millón de habitantes, de los cuales 60.000 son esclavos. A lo largo de las costas, comprende, la Nueva Andalucía o provincia de Cumaná (con la isla de Margarita). Barcelona, Venezuela o Caracas, Coro y Maracaibo. En el interior, las provincias de Barinas y la Guayana, la primera a lo largo de los ríos Santo Domingo y Apure, y la segunda a lo largo de los ríos Orinoco, Casiquiare, Atabapo y Río Negro. Una visión general sobre las siete provincias reunidas de la Tierra Firme, nos muestra que forman tres zonas distintas extendidas de Este a Oeste.
Primero hállanse terrenos cultivados a lo largo del litoral y cerca de la cordillera de montañas costaneras; luego, sabanas o dehesas; y al fin, allende el Orinoco, una tercera zona, la de los bosques en las que se penetra solamente por medio de los ríos que lo atraviesan. Si los indígenas que habitan esos bosques viviesen enteramente del producto de la caza, como los del Missouri, podríamos decir que las tres zonas en que hemos dividido el territorio de Venezuela son la imagen de tres estados de la sociedad humana: la vida del cazador salvaje en los bosques del Orinoco, la vida pastoral en las sabanas o Llanos y la vida del agricultor en los altos valles y al pie de los montes costeros. Los frailes misioneros y algunos soldados ocupan, así como en la América toda, puestos avanzados sobre la frontera del Brasil. Es en esta primera zona donde se palpa la preponderancia de la fuerza y el abuso del poder que es su necesaria consecuencia. Los indígenas se mueven en una guerra cruel y se devoran a veces unos a otros. Los frailes intentan ensanchar sus aldeillas de misión y sacan partido de las disenciones de los indígenas.
Los militares destinados a proteger los frailes viven en disputas con éstos. Todos por igual presentan el triste cuadro de la miseria y las privaciones. Pronto tendremos la oportunidad de acercarnos a mirar tal estado del hombre que, como estado natural, ensalzan los que habitan las ciudades. En la segunda región, que son las llanuras y los pastos, la alimentación no es variada, pero sí muy abundante. Más adelantados hacia la civilización, no por eso quedan los hombres, con excepción del recinto de algunas ciudades esparcidas,. menos separados unos de otros. Al ver sus habitaciones, cubiertas en parte con pieles y cueros, creeríase que, en lugar de haberse asentado, están apenas acampados en esas vastas praderas que hacen horizonte. La agricultura, que basta por sí sola para consolidar las bases de la sociedad y estrechar sus lazos, ocupan la tercera zona, que constituye el litoral, y sobre todo los valles cálidos y templados de los montes cercanos al mar.