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Puede afirmarse que las relaciones de Hornung y Conan Doyle constituyen un capítulo íntegro en la chismografía extraliteraria de las letras inglesas. En esencia, ambos eran igualmente escrupulosos en la observancia de las normas sociales vigentes, pero el autor de Ruffles sacaba de las casillas a su cuñado con la exhibición de un presunto cinismo que era cultivado con la manifiesta intención de estar á la page. A veces, esas demostraciones excedían los límites aconsejados por la prudencia y los vínculos de parentesco se veían profundamente sacudidos. Una de estas situaciones, que tuvo largos y perturbadores efectos, se desencadenó a fines del verano de 1900. Conan Doyle, cuya mujer se hallaba casi inmovilizada por una grave enfermedad pulmonar, tenía por costumbre jugar al cricket en Londres; solía acompañarlo Jean Lekie, una joven amiga de la familia por la cual el escritor demostraba profunda simpatía y absoluta deferencia, en estricta conformidad con su apego a los principios caballerescos que atribuía a los héroes medievales de sus novelas históricas. En una de esas apariciones públicas e inobjetables con su acompañante fue sorprendido por Hornung, quien le refirió el encuentro a Connie, cuya rigidez moral era bien conocida por su marido. Ella no se anduvo con rodeos en la reprimenda que formuló a su hermano, el que a su vez consideró necesario aclarar lo sucedido y apeló con tal propósito a su cuñado. Como era previsible, las consecuencias de la entrevista fueron un desastre. Hornung juzgó oportuno demostrar su amplitud de criterio y habló con la soltura de un personaje de Oscar Wilde, manifestación que estaba totalmente fuera de lugar. Mientras uno declaraba aparatosamente que no hacía preguntas indiscretas y que estaba dispuesto a no cuestionar la conducta ajena, haya sido la que fuere, el otro insistía en que su amistad con Jean era irreprochable y abandonó la conversación enfurecido por el descaro de su interlocutor. Acaso las divergencias que separaban a los contrincantes eran, en sus efectos prácticos, menores que lo admitido por ellos, pero sin lugar a dudas utilizaban lenguajes diferentes: a una óptica de palmaria simplicidad le resultó ofensivo el ejercicio de una deliberada retórica que se proponía exhibir agresiva indulgencia. |
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Siete aventuras de Raffles
de Ernest William Hornung
ediciones elaleph.com
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