|
|
| |
|
Páginas
(1)
2
3
|
| |
Introducción
Recordaba estar sentando frente al computador, terminando de leer algunos correos electrónicos referentes a la calidad de la información y depuración de la data; se aproximaba un compañero informándome que necesitaba la captura de un cliente potencial por el sistema de información, y así asignar algunas ventas lo más pronto posible. De momento respondía una llamada telefónica, donde trataba de explicarle a un cliente el monto de su factura vencida; el teléfono presentaba algunos problemas de audio, mientras conversábamos, sincronizaba una Pocket (dispositivo electrónico de mano, para ejecutar ciertas tareas), con los datos para el despacho del día. Esta ruta se encontraba en espera para poder salir, no indexaba las tablas de las bases de datos y el dispositivo no mantenía la conexión con la red. Eso sin describir con exactitud la lentitud que presentaba el sistema comercial en uso.
Si... ya me muevo, ya voy, espera.
Así le hablé a la joven de la limpieza, que pacientemente pasaba un paño por el escritorio modular, ella poco a poco se acercaba cada vez más, necesitaba que me levantara de mi silla para sacar la pequeña cesta de la basura, y cada instante me decía: Voy llegando, ¡muévete!. Al mismo tiempo colgaba el auricular del teléfono; la llamada con el cliente había culminado. Como algo normal, la impresora dejaba de funcionar. Todos imprimen, pero nadie se preocupa de colocar las hojas. Si supieran la cantidad de hojas que se desperdician; aunque mantenemos la campaña del reciclaje, el personal no toma conciencia de lo necesario, que es.
Al frente en las mesas de despacho, un distribuidor recontaba el dinero de las ventas obtenidas del día y solicitaba un reporte de sus ventas acumuladas al mes. En ese preciso momento entra a la oficina uno de los supervisores haciendo muecas, gestos y gritándome en forma de juego:
–Si no puedes... pide ¡TIEMPO al TIEMPO!”. Y así lo alargas más... ¿te gustó?
De forma inmediata y sin pensarlo dos veces le respondía:
–¡Cuánto!
–¿Como cuánto? –me pregunta, con las manos cruzadas hacia adelante y en posición defensiva y con un tono de voz más alto.
–¿Cuánto de qué? Creo que no entendiste el chiste, quise decirte que buscaras más tiempo para que pudieras hacer todas las cosas... y lo puedas alargar o estirar; ahora si no puedes ¡renuncia a tu trabajo!
Se ríe y hace algunos gestos burlescos, y las risas contagian al entorno de los demás compañeros de la oficina.
Después del ataque de risas le digo:
–¡Claro que entendí! El que no entendió fuiste tú. Te respondía “¡cuanto!” Te explico, un “cuanto” de tiempo es un pequeño intervalo que se asigna a un proceso para que ejecute sus instrucciones, ¿no recuerdas eso? ¿Tú, que sabes de todo? Pero en fin, creo que hablas mucho ¡Jaja! Bueno, allí tienes tu respuesta.
De una forma sorpresiva me responde:
–Ahora sí, loco del “carajo”, ¡te perdimos!
Se retira rascándose la cabeza y hablando entre dientes.
|
| |
|
Páginas
(1)
2
3
|
| |
Consiga Aquí hay de todo... menos tiempo de Roger Dhery Vega Romero en esta página.
|
|
|
 |
|
