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La verdad no sé, fue lo que pasó por mi mente decirle. Lo comentado, lo leí en un libro de Sistemas Operativos y lo asocié a la circunstancia por la cual pasaba en ese momento. Eso fue lo que estuve haciendo, dándole aceptación a todo lo que exigía mi atención o prioridad, como lo quieran llamar (Intervalos de tiempo) donde, obligatoriamente, uno de ellos tenían que esperar más tiempo para poder atenderlo, (Proceso), mientras, a otros les acortaba la espera y le solucionaba su necesidad más rápido (Ejecutaba instrucciones). Todo lo cual era determinado por mí (Analista o planificador de Procesos). Pero al final todos obteníamos resultados (Respuesta).
Así comencé mi investigación de cómo darle tiempo al tiempo, ya que: Aquí Hay de Todo, Menos Tiempo. El ser humano quiere abarcar tanto, que siempre deja algo pendiente para el día después de mañana, es decir, desperdicia tiempo.
A veces citamos a alguien y acordamos una hora y nunca llegamos a la hora indicada, o tan simple como comer y nunca lo hacemos en el momento adecuado. ¿Trabajo, Stress o Tiempo? Son las circunstancias. Pero... ¿realmente pensamos en el tiempo?
Quizás muchos repiten esto: “Lo que me propongo lo hago”, en fin, es sólo tener fuerza de voluntad y ya. Pero siempre algo sucede con el famoso tiempo, y muy pocos culminan lo que empiezan.
Repasando todo lo hasta aquí escrito, me preguntaba, ¿Cómo hace ella los oficios de la casa y puede estar al día con todo? Qué forma tan perfecta de manejar su tiempo. Aunque hoy en día no vivamos juntos, sé que aún mantiene ese hábito.
Aquellos tiempos...
Se levantaba muy de madrugada, a las cuatro de la mañana y comenzaba a preparar el desayuno, buscaba de una vez lo que prepararía para el almuerzo, vestía la mesa y a medida que nos íbamos levantado de la cama (5:30 a 6:00 a.m.), cada uno comenzaba a desayunar. De momentos la veía pasar con una cesta llena de ropa, que acababa de sacar de la lavadora –claro era lunes y así comenzaba su planificación–, caminaba llevándola al cuarto para su posterior doblado y planchado. De regreso, le preguntaba al que estuviera sentado en la mesa si quería más leche, café o jugo. Cuando terminábamos de desayunar recogía el plato, los limpiaba inmediatamente. ¡Impresionante! ¡Con qué rapidez hacia las cosas! En mi caso muy particular, cuando entraba a ducharme, me tocaba la puerta para decirme que el paño limpio estaba en el pomo de la puerta, siempre me olvidaba llevarlo o simplemente ya era mala costumbre. Ya para las 6:35 a.m. ella sintonizaba la radio y colocaba un programa de noticias muy conocido para la época, donde dos locutores narraban las noticias como si estuvieran cantando. Entraba a mi cuarto y el uniforme reposaba en la cama, para vestirme e ir al colegio.
Alistado, me dirigía hacia la puerta para salir; allí estaba para despedirse, con un pañal puesto en el hombro, mi hermana en brazos y un tetero en la mano, me daba un gran beso y la bendición. Mis otros dos hermanos se habían marchado, uno al ciclo diversificado y el otro apenas en sus inicios.
Al regreso de clases al mediodía, ya estaba listo el almuerzo, mis dos hermanos menores, uno en la silla recién llegado del kínder, con los cuadernos en las manos dibujando y queriéndose comer al mundo, mientras que por el otro lado se encontraba mi hermana que otra vez tomaba tetero.
Como a las dos de la tarde me mandaban a la casa de una vecina, para culminar las asignaciones del colegio. Lo que hoy en día conocemos como tareas dirigidas, en aquel entonces le decíamos “la escuelita”. Al culminar, bajaba y compartía con algunos amigos. Eso sí, primero pasaba por el apartamento a guardar la silla que me había llevado a la escuelita y sacar el permiso correspondiente. Para esa hora ya la casa relucía de limpia y estaba totalmente en orden.
Yo bajaba y jugaba béisbol, metras, trompo o patinetas y, por supuesto, la pelota de goma, eso sí, era un reloj. No faltaba una llamada a las cinco y media de la tarde desde la ventana del apartamento, con un grito conocido “¡Roger, ya es hora, es tarde ya!” Entendía que el tiempo de estar jugando se agotó, terminó, culminó, finalizó. Entonces subía corriendo por las escaleras con mi hermano mayor que a veces me acompañaba (siempre y cuando no se encontrara compartiendo con sus amigos).

 
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de Roger Dhery Vega Romero

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