Son muy austeros en sus costumbres y modos de vida. Un poco de coca y un poco de chuño, (papas desecadas) en su alforja, en Liso desde hace milenios, les basta para caminar días enteros tras sus llamas, igualmente modestas. Pero así como son sobrios en cuanto a su alimentación, las mujeres son ostentosas en cuanto a su vestimenta. En la vida cotidiana los hombres llevan ponchos de los colores más variados y chillones, de ordinario un rojo brillante. Este es también un color muy apreciado por las mujeres, pero su predilección por los colores brillantes no se conforma con uno sólo. Ellas han resuelto de una, manera muy simple el problema de aplicar la mayor cantidad posible de colores en el vestido, a saber superponen varias faldas y cada una de un color diferente. Principalmente, en ocasión de sus fiestas que son muy numerosas, se colocan muchas de esas faldas para estar lo más vistosas posible y no son raras las ocasiones en que Una mujer así ataviada lleve diez o doce faldas de diferente color. En las fiestas, les gusta bailar al son de la música de la flauta larga y de un gran tambor y para que otros puedan admirar las faldas de colores giran en redondo. Un espectáculo muy divertido. Como grandes colibríes o mariposas revolotean las figuras color das, pero sus fiestas las celebran sin voces. En ninguna de ellas los oí cantar.
Se me ocurre que en esto prevalece la influencia de un largo vasallaje. En cambio, tanto más es lo que beben, en particular un aguardiente embriagador de maíz fermentado, cuando no consiguen el licor importado de Europa.
La llama es inseparable de esta gente y es para ellos el animal doméstico de máxima potencia. Es empleada corno bestia de tiro.
Una llama sola no puede acarrear mucho peso, pero los grandes rebaños llevan lejos muchos productos. Sólo son usados los machos para este servicio, mientras la hembra permanece en la casa.