Esta observación hace enrojecer y turba un poco al ya entrado en años escocés, pero se rehace pronto con una bonancible y humorística risotada.
-No está, mal... no está mal... Escuchando, Maruja, no tiene precio.
-No es usted el primero que la ha, encontrado elocuente en su silencio; hasta Stantón, su amigo banquero, que jamás habla como no' sea de minas y de billetes de Banco, dijo de ella que es la única mujer que tiene conversación, y muy entretenida. Sin embargo, podríamos jurar que no le dirigió ni dos palabras mientras estuvieron juntos durante la comida,. Pero le miraba... y son los ojos de Maruja los que hablan... Hombres, mujeres y niños, todos, todos se sienten atraídos y sugestionados por esa gracia que tanto les agrada. ¿Y por qué? Porque Maruja es suficientemente diestra para hacer las cosas con naturalidad y sencillez ; no como tales gracias... No conozco chica que pida menos y consiga más. Por ejemplo : ¿no la llama usted hermosa,... ?
-¡Poco a poco! Usted va demasiado lejos, amiguito. No estoy dispuesto a decir de ella lo que no es- replica el escocés jovialmente, aunque con prudente reserva.
-Sin embargo, ayer tarde debió estar usted dispuesto cuando hizo tal afirmación. Maruja puede realmente producir aquí la impresión de ser la niña más bella, siempre que el observador deja a, un lado las comparaciones que siempre son odiosas. Nadie quizás lo piense de este modo; pero en la práctica todos vienen a afirmar esa verdad que dejo expuesta.
-Usted es un entusiasta admirador de la joven, señor Raymond. Como un habitué de la casa, naturalmente, usted...
-¡ Oh! Ya es demasiado tiempo para que dure el entusiasmo- dijo el joven con natural franqueza-. Además, yo he venido aquí a descansar. Llevo en la casa dos años exactos...
-Indudablemente usted no ha tenido ni tiene intención de casarse.
-Perdón, señor; pero eso es debido a que ya lo estoy.
El escocés le jura con manifiesta curiosidad.
-Maruja es una heredera, Yo un ingeniero de minas.
-Perfectamente, mi querido amigo; pero yo creía que en, su país.