-De este tamaño, mi reverendo... ¡Enormes!..
-¡Oh, Dios mío, me parece estarlas viendo!..
¿Pusiste el vino en las vinajeras?
-Sí, mi reverendo, he puesto vino en las vinajeras...
¡Pero, caramba! no se parece al que beberá usted después de
la misa de medianoche. Si viera en el comedor del castillo los botellones que
resplandecen llenos de vino de todos colores... Y la vajilla de plata, los
centros de mesa cincelados, los candelabros, las flores... ¡Nunca se ha
visto una cena de nochebuena semejante! El señor marqués ha
invitado a todos los señores de la vecindad. En la mesa habrá
cuarenta personas, sin contar al juez ni al escribano... ¡Ah, qué
suerte tiene usted, que es de la partida, mi reverendo!.. Sólo con haber
olfateándolos hermosos pavos, el perfume me sigue a todas partes...
¡Ah!..
-Vamos, vamos, hijo mío. Guardémonos del pecado
de la gula, sobre todo en la noche de Navidad... Ve pronto a encender los cirios
y a dar el primer toque para la misa, porque las doce se acercan y no hay que
retrasarse...