LAS
ORGANIZACIONES VECINALES DE SEGURIDAD
En un principio el impulso a
la participación de los vecinos en las tareas de seguridad, provino del sector
estatal. Las organizaciones creadas presuponían la incorporación de residentes,
comerciantes, entidades no gubernamentales, escuelas, hospitales y funcionarios
de promoción social y policial.
Pero más recientemente la
propia gente de los sectores empobrecidos, en forma autónoma ha impulsado
medidas para protegerse de la violencia y la criminalidad de la que es objeto
cotidiana e impunemente.
Se trata de la construcción
de dispositivos orgánicos independientes y alternativos, a través de estrategias
situacionales, que por vía de los hechos trascienden a las instituciones y a las
acciones que tradicionalmente ejecutan (programas sociales, educativos,
terapéuticos y represivos).
Soportaron la ocurrencia de
lo que Lolita Aniyar (1999) llama incivilidades; entre las cuales agrupa: el
robo de la ropa puesta a secar en los patios de las casas y de objetos de adorno
o uso cotidiano; las amenazas a niños que regresan solos de la escuela; el cobro
de peaje a los vecinos y la destrucción del alumbrado y de aparatos telefónicos
públicos. Conductas que tienen un impacto negativo muy grande en su calidad de
vida.
Pero han tenido que
reaccionar cuando a tales incivilidades se fueron añadiendo otros delitos
percibidos como más graves: el tráfico de drogas, el robo de artefactos
domésticos de valor y la agresión física a las personas cuando se dirigen a sus
trabajos o escuelas.
Formaron "partidas" que
durante la noche hacen guardias de vigilancia por turnos, recorriendo las calles
y callejones, controlando el acceso barrio. De modo que los extraños tienen que
identificarse y esperar que algún vecino exprese conformidad con su visita. Los
"indeseables": compradores o vendedores de droga o malandros reconocidos
tienen la entrada negada.
Quien se presuma cometió un
delito o que tenia la intención de hacerlo es capturado y generalmente recibe
una paliza de parte los miembros de la patrulla; luego es amarrado a un poste
del alumbrado público para exponerlo a los vecinos. En algunos casos llaman a la
policía para que se haga cargo de su detención.
Aparte que tales
procedimientos son totalmente arbitrarios, la situación se complica por el uso
ilegal de armas, de dudosa procedencia y en manos de personas no preparadas para
portarlas.