https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Leonor y mi corazón" de Héctor De Bethencourt Vidal (página 2) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Sábado 18 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  (2)  3 
 


El abuelo Juan había nacido en España por el 1856 y siendo hijo de familia más o menos acomodada pudo realizar estudios superiores, terciarios les llaman ahora. A los veintitrés años se recibió de dentista e instalándose en el pueblo natal inició una vida apacible y semi-vegetal, que no era de su agrado. Concurría todas las tardes, luego de evacuadas las escasas consultas de sus pacientes, al mesón del tocayo, ya que el rubicundo mesonero se llamaba —cosa curiosa en un apellido tan escaso—, Juan Pérez, igual que el buen mozo de mi abuelo. Allí las tertulias se prolongaban hasta el anochecer y los jóvenes que concurrían soñaban con viajar a América a hacer fortuna. Uno de los que hacía más planes era abuelo Juan, por lo que sus camaradas de mesa le habían bautizado “bigote soñador”. Lo del mote era porque además de hacer interminables planes de conquistas transatlánticas, abuelo poseía un magnífico mostacho heredado de su abuelo materno Giovanni Marsolino al que admiraba y en homenaje del cual lo portaba. Ese enorme bigote rubio, en una oportunidad, casi causa un serio quebrantamiento en sus relaciones matrimoniales. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos, porque hasta entonces Juan no había conocido a la futura madre de sus hijos, pese a que abuela Emilia, una bellísima jovencita quinceañera, andaba rondando por allí cerca. Entonces contaba abuelo con veinticinco años y corría el 1881.
Cierta tarde de invierno se arrimó al mesón abuela Emilia con sus ojos negros enormes, sus trenzas rubias y su carita redonda portadora de dos hoyuelos, uno a cada lado de los labios, como subiendo hacia las mejillas. Su padre, don Juan Pérez el mesonero, le tenía prohibido acercarse a ese lugar exclusivamente reservado para hombres y en raras ocasiones para señoras viajeras, pero siempre acompañadas de esposos y demás familiares cancerberos. Como el cólico hepático de bisabuela Edelma era tan grande se atrevió a desobedecer la orden paterna para avisarle a su severo progenitor de las malas nuevas que acaecían en su casa. Marchóse el hombre con su hija dejando a Perico encargado del mesón, previo arqueo de caja y eso fue el principio del fin de la soltería de mi abuelo. Cuando al día siguiente volvió el mesonero de su casa se entabló el diálogo más o menos así, como nos lo ha contado mil veces nuestra madre.
—Oye tocayo, esa niña tan buena moza que vino ayer en tu busca, ¿es parienta tuya?
—Es mi hija —contestó el orgulloso padre, con un dejo de desconfianza en la voz.
—¿Por qué?
—¿Me la darías por esposa?
Mi abuelo había quedado chalado por la chiquilla y más cuando ella al salir del mesón le había hecho un juego de pestañas muy sugestivo. El mesonero se quedó unos instantes meditando. En silencio se acercó a la mesa en donde se hallaba su tocayo  expectante.
—¿Lo dices en serio? —lo interpeló a su vez, mirándolo fijamente.
—Por supuesto, hombre.
—Entonces te la doy —dijo y los contertulios brindaron con chatos de manzanilla por los novios.
A Emilia le dijeron sus padres que se iba a casar con el dentista Juan Pérez y como era buena hija aceptó la orden sin protestar, además le gustaba poder hablar con ese joven alto y buen mozo, excepto por el bigote horrible que vaya a saber a santo de qué, se había embutido arriba de la boca. La boda se fijó para la Primavera y los novios poco o nada estuvieron juntos solos, salvo en aquella ocasión cuando fueron a merendar junto al río y él le robó un beso y Emilia quedó emocionada y un poco preocupada. Intentó conversar con su madre acerca del matrimonio, pero ésta le escurrió el bulto y tan sólo pudo saber de ella que la noche de la boda se enteraría de todo y que sólo era menester observar el comportamiento natural de los animales. Observó a las gallinas y no le pareció nada interesante; en cuanto al celo de los perros lo consideró como una atracción momentánea para conservar la especie y nada más. Las relaciones matrimoniales de sus padres no le parecían gran cosa, de modo que decidió que recién cuando estuviera preparada afrontaría la responsabilidad de compartir la vida con un hombre, que al parecer era lo que se esperaba de la mujer en la sociedad en la que le había tocado vivir. Si eso lo hubiera comentado con su madre, esta le hubiera quitado de inmediato esos libros que Emilia leía y que no supervisaba porque nada entendía de ellos. Además, doña Edelma demoraba sus buenos quince minutos en leer una página. La boda se realizó con toda la pompa campesina que era posible y la feliz pareja marchó a su nidito de amor. La fiesta siguió con música, abundantes manjares y repetidas libaciones en honor de los novios, de los padres de los novios, del alcalde del pueblo, del cura párroco y de cuanta figura tuviera alguna preponderancia en el medio. A medianoche apareció el novio desencajado y, con todo el disimulo que pudo, arrancó a los suegros de la fiesta y los llevó a la casa del mesonero y en particular a la habitación de soltera de Emilia en donde ésta, en camisón de dormir y ya habiendo cumplido con las oraciones, procedía a acostarse en su camita rosada.

 
Páginas 1  (2)  3 
 
 
Consiga Leonor y mi corazón de Héctor De Bethencourt Vidal en esta página.

 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Leonor y mi corazón de Héctor De Bethencourt Vidal   Leonor y mi corazón
de Héctor De Bethencourt Vidal

ediciones deauno.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com