En lo que respecta a religión, pertenecíamos a la
Iglesia le Inglaterra, a la cual siempre me he mantenido fiel, quizá
aún más porque lleva el nombre de mi patria. Como mis antepasados
jamás fueron perseguidos por sus opiniones religiosas, nunca tuvieron
oportunidad de ofrecer un testimonio tan singular de su fe como lo hizo el
abuelo de Benjamín Franklin cuando guardó su Biblia debajo de la
tapa de una bacinilla. (¡Valiente sitio para guardar libros!) Si yo
hubiese estado en lugar de Benjamín Flanklin, jamás habría
referido este ridículo episodio, especialmente por el hecho de que debe
redundar en elogio de su abuelo el haber sentido un grado tan extraordinario de
admiración por un libro en el cual, según es bien sabido, el
doctor Franklin no se atreve a creer.
En cuanto a .política, éramos igual a todos los
demás campesinos de Inglaterra; es decir, no sabíamos ni
pensá-bamos nada sobre el asunto. Los gritos de victoria o el descontento
por una derrota a veces solían abrirse paso en nuestra tranquilidad por
un momento, pero no recuerdo haber visto jamás un periódico en mi
casa, y, de estonestoy seguro, tal ausencia no nos hizo menos laboriosos,
felices o independientes.