No nos decimos, frente a la realidad de cada momento, que,
cualquiera sea la realidad que enfrentamos, esa y no otra es la realidad que
tenemos entre mano. Y, que, consecuentemente, primero que nada, tenemos que
aceptarla y comprenderla. Solo aceptando y comprendiendo la realidad de cada
momento, es que podemos vivirla y comprender su verdadera dinámica, como para
actuar sobre ella y hacerla que en el futuro se acomode o ajuste a nuestros
intereses y apetencias. Y, de este modo, probablemente, comprenderemos que
nuestros intereses y apetencias tienen que ser los intereses y apetencias de
nuestro YO interior trascendente y no de nuestro ego momentáneo e ilusivo. Esto
es, nuestros intereses y apetencias no tienen que ser diferentes o
contradictorios con los intereses y apetencias legítimas de los demás. En lo
real y trascendente, no existen los juegos de suma cero, donde para que alguien
gane el otro tiene que perder. En lo real y trascendente, existen los juegos
sinérgicos, donde para que alguien gane todos los involucrados tienen que
ganar.
Cuando el problema nos viene del futuro patológico, es cuando
nuestro ego y, así, "aparentemente nosotros mismos", mira y "vive" el futuro con
el temor de que lo que queremos que sea no vaya a darse, o que lo que se dé no
sea lo que nosotros queremos o lo que nosotros "creemos" que nos conviene.
En fin, el tiempo psicológico o patológico, en lugar del tiempo
como calendario experiencial, nos lleva, si está centrado en el pasado, a los
resentimientos y congojas sobre lo que no fue y pudiera haber sido; y si está
centrado en el futuro, nos lleva a los temores de todo tipo acerca de lo que
puede o no puede llegar a ocurrir.
Si, por el contrario, saludablemente nos centramos en el tiempo
como calendario experiencial, podemos analizar y vivir el pasado como lecciones
a aprender y superar. No hay acontecimiento que no traiga consigo lecciones que
aprender. Las lecciones que no aprendemos ni superamos, en otros ropajes, se
repiten una y otra vez hasta que las metabolizamos y superamos. Y,
lamentablemente, cada vez que se repiten, se repiten tal vez más dolorosamente
para que la aprendamos y la aprehendamos, como siguiendo aquel dicho de que "la
letra con sangre entra". Estas repeticiones, con ropajes cada vez más pesadas,
son los acontecimientos que se suceden como resultados de no haber aprovechado
el presente para aprovechar y superar las lecciones del pasado.