Y, de todo lo que hacemos, lo que más nos realiza y une, son
los actos de grandeza para con lo que nos rodea y, por supuesto, para con
nosotros mismos. Los actos de grandeza, son siempre actos de "higiene mental",
ausencias de resentimientos, ausencias de necesidades de perdonar, vivencia
plena de que todo está perdonado antes mismo de dar aparente lugar a que tenga
que ser perdonado, en fin, los actos de grandeza son los actos de unión
solidaria, sentida y emocionada con todo lo que nos rodea.
En otras palabras y aterrizando, la grandeza es el respeto
sincero y sin cortapisas a nosotros mismos y, consecuentemente, a todo lo que
nos rodea, no como si fuéramos nosotros mismos, sino reconociendo que todo lo
que nos rodea forma parte y es parte imprescindible de nosotros mismos. Esa es
nuestra identidad. Lo demás, las separaciones y peleas del momento, son
precisamente eso, acontecimientos intrascendentes del momento. Son ilusiones de
nuestros "egos" temporales y momentáneos, luchando por no disolverse, aunque en
el proceso nos separe de la esencia de nuestro propio ser; esto es de nuestro
espíritu único y compartido con toda la creación, en fin, de lo único que, en
cada uno de nosotros y en cada uno de los demás, es único, inmortal y
trascendente.
Nuestros "egos" temen al "aquí y ahora"; y, sin que nos demos
cuenta, nos esclaviza, patológicamente, a un tiempo psicológico ilusorio e
irreal. Nos hace vivir psicológica y patológicamente en el pasado o en el
futuro. Cuando es en el pasado, nos hace vivir en los resentimientos para con
nosotros mismos, frente a los demás o frente a las circunstancias. Nos hace
quejar por lo que dejamos de hacer, por lo que hicimos mal, por lo que
pudiéramos haber hecho, por lo que los demás hicieron, por lo que los demás
podrían haber hecho y no lo hicieron, en fin, nos hace vivir, patológicamente,
en lo que no fue y en lo que, por supuesto, por esa vía del resentimiento y la
congoja, jamás será.
Con esa actitud de resentimientos, congojas y pesares, frente
al presente, sin darnos cuenta, dejamos de actuar y, en lugar de concentrar
todas nuestras energías vitales en reorientar ese presente para que en el futuro
se asemeje a lo que queremos, concentramos nuestras energías en las
lamentaciones y dejamos de hacer lo que tendríamos que estar haciendo. Y, cuando
así procedemos, ¿qué podemos esperar? Bueno, energizamos las negatividades del
pasado y, así, lamentándonos, las perpetuamos y repetimos en el futuro. Luego,
nos decimos que tenemos "mala suerte", que "no hay solidaridad", que los
políticos esto, que los políticos aquello, en fin, nos llenamos de
justificaciones. Pero difícilmente nos diremos que, en el momento en el que
podíamos haber actuado sobre la realidad, nos limitamos a ignorarla o a
despreciarla y así, a energizarla para que se perpetúe.