Sólo Él es su verdadero bien; y, desde que él lo ha abandonado
(extraña cosa), nada en la naturaleza ha sido capaz de reemplazarlo: astros,
cielo, tierra, elementos, plantas, coles, puercos, animales, insectos, terneros,
serpientes, fiebre, peste, guerra, hambre, vicios, adulterio, incesto. Y desde
que ha perdido el verdadero bien, todo puede igualmente parecerle tal, hasta su
propia destrucción, aunque tan contraria a Dios, a la razón y a la naturaleza al
mismo tiempo.
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