Y sin embargo, después de tantos años, nadie ha llegado nunca,
sin la fe, a ese punto que todos persiguen continuamente. Todos se quejan:
príncipes, súbditos; nobles, plebeyos; viejos, jóvenes; fuertes, débiles;
sabios, ignorantes; sanos, enfermos; de todos los países, de todos los tiempos,
de todas las edades y de todas las condiciones.
Prueba tan larga, tan continua y tan uniforme debiera
convencernos totalmente de nuestra impotencia para llegar al bien mediante
nuestros esfuerzos; pero el ejemplo poco nos instruye. Nunca es tan
perfectamente igual que no se deslice alguna diferencia sutil; y ahí esperamos,
que nuestra espera no quedará desilusionada en esta ocasión como ocurrió en la
otra. Y así, porque el presente nunca nos satisface, la experiencia nos estafa
con su engaño y, de desdicha en desdicha, nos lleva hasta la muerte, que es de
ello un colmo eterno.