Lo grave y lóbrego de la situación en que había colocado a
Ester y a Dimmesdale le abrumaban de tal modo, que decía de sí mismo que,
durante el invierno citado, su espíritu había sido "un tejido de dolores".
Hawthorne, a semejanza de Balzac, se aislaba mientras estaba escribiendo una
novela; y puede decirse, sin exageración, que entonces apenas veía a nadie.
Ciertas épocas de su vida llegó a notarse que adelantaba de una manera visible;
y hasta qué punto le conmovían las vicisitudes de los seres creados por su
imaginación, puede juzgarse por el siguiente pasaje de sus "Notas inglesas",
donde con fecha 14 de noviembre de 1855, dice:
"Al hablar de Thackeray, no puedo menos que prenderme de la
indiferencia que mostraba respecto a las situaciones patéticas de sus obras, y
compararla con la emoción que experimenté yo al leer a mi esposa la última
escena de La Letra Escarlata, inmediatamente después de escrita. No puedo
decir que la leí, sino que traté de hacerlo, pues mi voz se henchía y se
elevaba, como si me viera levantado o hundido, alternativamente, por las olas
del mar cuando comienza a calmarse tras una tempestad."