En estos siglos fueron promulgadas leyes contra la
intemperancia, la inmoralidad y la irreverencia que prohibía en todo momento
cualquier clase de música, tanto de cuerda como de viento, en las tabernas y
casas públicas, así como cantar, bailar y hacer algazara en las mismas, lo que
generó un profundo resentimiento entre la gente del pueblo.
Por ello es pertinente buscar en estos tiempos confusos -en los
cuales la brujería se asociaba con el acto sexual, puesto que se consideraba el
cuerpo físico como creación de un espíritu maligno y por ello quedaba inhibido
de ser vehículo de la gracia divina-, las raíces de esta obra. El hombre,
siempre reacio a someterse al conformismo y a la autoridad, pensó en poner al
descubierto las fuerzas de la lujuria, que proporciona tanto mayor satisfacción
a su naturaleza, cuanto más alta es la categoría social de las personas que
liberan las pasiones.
Cabe en lo posible que una personalidad sumamente narcisista
sea la responsable de la autoría de esta obra. La auto estimulación, el amor a
sí mismo puesto de manifiesto, cuando se enquista como única expresión, parece
ser la más patética y trágica forma en que se puede desarrollar la sexualidad
del ser humano. Después que el narcisista llega al clímax de la masturbación se
siente cada vez más solo y más culpable, así como menos capacitado para competir
con el mundo normal.