-¿Eh? ¿Cómo? ¡Ah, sí! Después de todo has hecho bien en no ser
demasiado severo con el pobre muchacho. No hay que pegarle, Júpiter; no está
bien, seguramente. Pero ¿no puedes formarte una idea de lo que ha ocasionado esa
enfermedad o más bien ese cambio de conducta? ¿Le ha ocurrido algo desagradable
desde que no le veo?
-No, massa, no ha ocurrido nada desagradable desde
entonces, sino antes; sí, eso temo: el mismo día en que usted estuvo
allí.
-¡Cómo! ¿Qué quiere decir?
-Pues... quiero hablar del escarabajo, y nada más.
-¿De qué?
-Del escarabajo... Estoy seguro de que massa Will ha
sido picado en alguna parte de la cabeza por ese escarabajo de oro.
-¿Y qué motivos tienes tú, Júpiter, para hacer tal suposición?
-Tiene ese bicho demasiadas uñas para eso, y también boca. No
he visto nunca un escarabajo tan endiablado; coge y pica todo lo que se le
acerca. Massa Will le había cogido..., pero en seguida le soltó, se lo
aseguro... Le digo a usted que entonces es, sin duda, cuando le ha picado. La
cara y la boca de ese escarabajo no me gustan; por eso no he querido cogerlo con
mis dedos; pero he buscado un trozo de papel para meterlo. Le envolví en un
trozo de papel con otro pedacito en la boca; así lo hice.
-¿Y tú crees que tu amo ha sido picado realmente por el
escarabajo, y que esa picadura le ha puesto enfermo?
-No lo creo, lo sé. ¿Por qué está siempre soñando con oro, sino
porque le ha picado el escarabajo de oro? Ya he oído hablar de esos escarabajos
de oro.