-Entonces, sube lo más de prisa posible, pues pronto habrá
demasiada oscuridad para ver lo que hacemos.
-¿Hasta dónde debo subir, massa?-preguntó Júpiter.
-Sube primero por el tronco, y entonces te diré qué camino
debes seguir... ¡Ah, detente ahí! Lleva contigo este escarabajo.
-¡El escarabajo, massa Will, el escarabajo de oro!-gritó
el negro, retrocediendo con terror-. ¿Por qué debo llevar ese escarabajo conmigo
sobre el árbol? ¡Que me condene si lo hago!
-Si tienes miedo, Jup, tú, un negro grande y fuerte como
pareces a tocar un pequeño insecto muerto e inofensivo, puedes llevarle con esta
cuerda; pero si no quieres cogerle de ningún modo, me veré en la necesidad de
abrirte la cabeza con esta azada.
-¿Qué le pasa ahora massa?-dijo Jup, avergonzado, sin
duda, y más complaciente-. Siempre ha de tomarla con su viejo negro. Era sólo
una broma y nada más. ¡Tener yo miedo al escarabajo! ¡Pues sí que me preocupa a
mí el escarabajo.
Cogió con precaución la punta de la cuerda, y, manteniendo al
insecto tan lejos de su persona como las circunstancias lo permitían, se dispuso
a subir al árbol.