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Fue preciso desalojar la casa de huéspedes; parece ser que no hubo respuesta al pedido de seguir con ella. Hubiera sido demasiado problema para Mr. Verloc: no hubiera estado en concordancia con sus otros negocios. Nunca dijo cuáles eran sus negocios; pero después de su compromiso con Winnie se tomó el trabajo de levantarse antes de mediodía, bajar las escaleras y entretener a la madre de Winnie en el comedor de la planta baja, donde la señora dejaba transcurrir su inmovilidad. Verloc acariciaba al gato, atizaba el fuego, tomaba una ligera comida servida allí para él. Abandonaba ese estrecho rincón cómodo con evidente disgusto, pero aun así permanecía afuera hasta que la noche estaba muy avanzada. Nunca ofreció a Winnie llevarla al teatro, tal como un fino caballero debía haber hecho. Sus noches estaban ocupadas. En cierta medida, su trabajo era político, le dijo a Winnie una vez. También le advirtió que debía ser muy gentil con sus amigos políticos. Y con su directa, insondable mirada, ella contestó que lo sería, por supuesto.

Para la madre de Winnie fue imposible descubrir qué más dijo él acerca de su actividad. El matrimonio se hizo cargo de ella junto con sus muebles; el aspecto humilde del negocio sorprendió a la señora. El cambio de la plaza Belgravia a la estrecha calle en Soho fue adverso para las piernas de la madre de Winnie: se le hincharon enormemente. Pero, por otra parte, se liberó por completo de las preocupaciones materiales. La poderosa buena naturaleza de su yerno le inspiraba absoluta confianza. El futuro de su hija estaba asegurado, era obvio, e incluso no tenía que experimentar ansiedad por su hijo Stevie. No podía haberse ocultado a sí misma que era una carga terrible el pobre Stevie. Pero en vista de la ternura de Winnie para con su débil hermano y de la gentil y generosa disposición de Mr. Verloc, presintió que el pobre muchacho estaba bien a salvo en este mundo rudo. Y en el fondo de su corazón tal vez no estaba disgustada porque los Verloc no tuvieran hijos. Como esta circunstancia parecía indiferente por completo para Mr. Verloc, y como Winnie encontró un objeto de casi maternal afecto en su hermano, tal vez todo eso fuera lo que el pobre Stevie necesitaba.

 
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