Dani dijo: -Cada día está peor el servicio.
Yo le dije musitando: -Dani, no es momento de bromas -pero él
siguió rajando.
-Con lo que os deben pagar normal que tengáis esa cara.
-¡Dani! -gritamos todos nosotros al unísono, excepto Sonia, que
seguía chillándole a su opresor. Habiendo conseguido zafarse de él, ahora la
estaba agarrando de una pierna, mientras ella tumbada desde el suelo se abrazaba
a una columna.
-Tendríais que salir fuera a la calle a tomar el sol -dijo
Dani, ya ni siquiera percatándonos de lo que decía y mucho menos dándole
importancia, mas cuando observamos que los pelijas se acercaban organizados al
igual que si de una jugada de basket se tratara y nosotros intentando emularles
y sabiendo que la mejor defensa es el ataque, intentamos tejer nuestra táctica
para contraatacar.
Cogimos una especie de canutos de bobinas de polietileno,
anchos y largos confundibles en apariencia con baters de béisbol, que andaban
sueltos por el suelo. Parecía una de esas opciones que tienen los videojuegos.
¿Coger arma?.
Yo por si acaso eché una ojeada alrededor por si encontraba
otra mejor, pero no vi nada que tuviera consistencia siquiera para mencionarlo e
igual que un barullo en un partido de hockey se tratara, con cayados por delante
empezamos a sacudirles. No parecían tan duros como se podría suponer a primera
vista. Eran de una calidad pésima.
Sonia pudo librarse de su par, mediante una patada en la
mandíbula.
-¡Out run! -exclamé.
El perro, perdón, hombre-lobo trabajador soltó un grito.
-¡AHHGG!
Todos nos quedamos quietos y en espera. Apenas puede que fuera
un segundo. Más aún, un microsegundo, pero puedo afirmar, ¡Jó!, que fue el
microsegundo más largo de mi vida.
Balanceó la cabeza violentamente y agarrándola con sus manos se
la sacó. Bueno, una de ellas, porque debajo tenía otra, la de un hombre normal,
si puede considerarse normal a un tipo tan feo.
Gimoteó algo, parecía ser extranjero, hablaba en una jerga
extraña que yo no podía entender. Escupió, exclamando a continuación:
-¡Dita Zea!