Más poderoso que el emperador Carlos V y con más razón que él,
podría el genio industrial moderno jactarse de que en sus dominios no se pone el
sol, ni hay zona tórrida, ni zona templada; no hay polos, ni hay antípodas.
Colaborador de la Providencia, el genio del hombre hará el verano permanente en
Rusia, y hará el invierno inacabable en el Ecuador, porque el calor, el hielo,
el vapor, el aire, el gas, el agua, la electricidad, vencidos y sometidos a su
dominio, son hoy los esclavos del hombre, que le sirven para llevar su trono a
todos los ámbitos de la tierra, y ser en todas partes el soberano de la
creación.
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Libertad es poder, fuerza, capacidad de hacer o no hacer lo que
nuestra voluntad desea. Como la fuerza y el poder humano residen en la capacidad
inteligente y moral del hombre más que en su capacidad material o animal, no hay
más medio de extender y propagar la libertad, que generalizar y extender las
condiciones de la libertad, que son la educación, la industria, la riqueza, la
capacidad, en fin, en que consiste la fuerza que se llama libertad.
La espada es impotente para el cultivo de esas condiciones, y
el soldado es tan propio para formar la libertad como lo es el moralista para
fundir cañones.
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Cuando se dice que la riqueza nace del trabajo, se entiende que
del trabajo del hombre, pues trata la riqueza del hombre.
En otros términos, la riqueza nace del hombre.
Decir que hay tierras que producen algodón, seda, caña de
azúcar, etc., es como decir que la máquina de vapor produce movimientos, el
molino produce harina, el telar produce lienzo, etc.
No es la máquina la que produce sino el maquinista. La máquina
es el instrumento de que se sirve el hombre para producir; y la tierra es una
máquina como el arado mismo en manos del hombre, único productor.
El hombre produce en proporción, no de la fertilidad del suelo
que le sirve de instrumento, sino en proporción de la resistencia que el suelo
le ofrece para que él produzca.