Pero tampoco hay que olvidar que el extranjero no debe ser
excluido, por malo que sea. Si se admite el derecho de excluir al malo, viene
enseguida la exclusión del bueno. En la libertad de la inmigración, como en la
libertad de la prensa, la licencia es la sanción del derecho.
Esto no debe apartar de la memoria que hay extranjeros y
extranjeros; y que si Europa es la tierra más civilizada del orbe, hay en Europa
y en el corazón de sus brillantes capitales mismas, más millones de salvajes que
en toda la América del Sud. Todo lo que es civilizado es europeo, al menos de
origen, pero no todo lo europeo es civilizado; y se concibe perfectamente la
hipótesis de un país nuevo poblado con europeos más ignorantes en industria y
libertad que las hordas de la Pampa o del Chaco.
La inmigración espontánea es la mejor; pero las inmigraciones
sólo van espontáneamente a países que atraen por su opulencia y por su seguridad
o libertad. Todo lo que es espontáneo ha comenzado por ser artificial, incluso
en los Estados Unidos. Allá fue estimulada la inmigración en el origen; y la
América del Sud, bien o mal, fue poblada por los gobiernos de España, es decir,
artificialmente.
Concíbese que la población inglesa emigre espontáneamente a la
América inglesa que habla su lengua, practica su libertad y tiene sus costumbres
de respeto del hombre al hombre; concíbese que la Alemania protestante,
laboriosa, amiga del reposo, de la vida doméstica y de la libertad social y
religiosa, emigre espontáneamente a la américa protestante, trabajadora quieta
por educación, y, por corolario, libre y segura; pero no se concibe que esas
poblaciones emigren espontáneamente a la América del Sud, sin incentivos
especiales y excepcionales.
La Europa del Norte irá espontáneamente a la América del Norte;
y como el norte en los dos mundos parece ser el mundo de la libertad y de la
industria, la América del Sud debe renunciar a la ilusión de tener inmigraciones
capaces de educarla en la libertad, en la paz y en la industria, si no las atrae
artificialmente.
La única inmigración espontánea de que es capaz Sud América, es
la de las poblaciones de que no necesita: esas vienen por si mismas, como la
mala hierba. De esa población puede estar segura América que la tendrá sin
llevarla; pues la civilización europea la expele de su seno como escoria.