Prólogo
Muchas veces me pregunté: ¿Qué es lo que me fascina de estas
tierras?
Creo que son las altas montañas y los desiertos. Al desierto se
lo ama o se lo odia. No hay termino intermedio.
Me fascina su inmenso horizonte donde nada obstruye la vista.
Su silencio, su soledad, me produce una sensación casi mística.
En comarcas lejanas y perdidas en la montaña la vida sigue tal
como era en el tiempo de sus antepasados indígenas. En los pueblos se conservan
vestigios de la vida colonial, tal como hace doscientos o trescientos años.
Otro factor que me encanta y fascina de aquellas desoladas
regiones es su pasado misterioso. Abundan las ruinas de las ciudades, fortalezas
y andenes de cultivo. Se encuentran en todas partes, hasta en lugares totalmente
desérticos, donde casi nunca llueve. Seguramente el clima tenía que haber sido
muy diferente en la antigüedad.
¿Quiénes eran sus antiguos habitantes?
¡Hay tantas fortalezas en la cima de las montañas! Tenían que
haber sido muy combativos y su historia llena de batallas... ¿De quiénes se
defendían?
Muchos objetos que se conservan hasta el día de hoy demuestran
el gran sentido artístico y tecnológico alcanzado por ellos, ya hace muchos
siglos. Se trata de objetos de piedra, de cerámica, de cobre, bronce, oro o de
plata.