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No hubo inconveniente y el joven comenzó a frecuentar la casa vecina en horarios y días establecidos. Un viaje de la familia Paz Quesada a las tierras de San Luis, obligó a Dorothy a concurrir a la casa de don Augusto del Río Mayor. Al principio llamó la atención en esa casa su presencia, en especial a la negra Tomasa. La delgadez extrema y la manera torpe de hablar, era excusa para burlas silenciosas entre la servidumbre. Su palidez extrema contrastaba con sus pequeños ojos celestes que derramaban asombro, ternura e inocencia. Además contribuía a su timidez la comunicación, por ejemplo si pedía un té le ofrecían mate, por las tardes le ofrecían galletas, ella prefería otro tipo de confituras, entonces las declinaba con un movimiento de cabeza, junto a un “thank you” o un mal pronunciado “graucias” ambos vocablos susurrantes, les producía risitas a los casi ocultos curiosos. Una tarde estando Augusto en la casa, tropezó con Dorothy. Pensó en la paciencia y empeño que ponía para que su hijo aprendiera. Comenzó a mirarla con recelo al principio y con curiosidad de varón después. Le llamaba la atención la blancura de su piel que parecía a simple vista ser muy suave. No se parecía a las mulatas regordetas de curvas pronunciadas que frecuentaba ocasionalmente para saciar sus apetitos sexuales. Supo de señoritas y viudas casaderas con intención de formalizar pero no encontraba el motivo necesario para constituir un nuevo matrimonio. Por alguna razón se detuvo ante Dorothy y se permitió invitarla a pasar unos días en el campo, en la estancia “Los Aromos”.
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Consiga Sueños con audacia de Mónica Graciela Sosto en esta página.
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