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Para los diversos trabajos rurales necesitaban bastante mano de obra mestiza, cosa que no era difícil sumar, ya que la población llamada los “gauchos” se aquerenciaban con dificultad, al principio por períodos cortos en las primeras estancias, pero con el tiempo fueron los más capacitados para defenderlas de cuatreros que merodeaban libremente por la zona. La mayoría eran peones, reseros, domadores y finalmente puesteros. Los malones que en otros tiempos amenazaban, continuamente, habían sido corridos, por el ejército de turno hacia el sur de la provincia de Buenos Aires, dejando más tranquilidad para el desarrollo de estas tierras con verdadero éxito. No obstante cada tanto aparecía un grupo de rezagados indígenas queriendo apropiarse de lo que sea. En realidad daban respuesta a su s reclamos anestesiados de pertenencia, venganza y hambre. La responsabilidad de la administración de las estancias y el cuidado, generalmente recaía en el hijo mayor al que desde pequeño lo ponían en contacto con todo ese mundo. El joven alternaba su estadía entre la ciudad y el campo. Cumplidos los doce años, su permanencia en la zona rural era cada vez mayor entonces su interés por preservar y acrecentar ese lugar, era prioritario. El resto de la familia sobre todo las mujeres preferían la vida en la ciudad, sobre todo por las actividades sociales, además de las novedades cotidianas relacionado con lo que llegaba a este puerto de la mano de viajeros. La casa principal fue remodelándose a lo largo del tiempo adquiriendo en este momento una fachada externa estilo francés pero conservando en su interior las marcas de lo colonial primitivo. Perduraban entonces sus patios centrales, el aljibe, el sótano y sobre todo, la organización de las habitaciones, dejando bien marcada las áreas destinadas a la familia y a la servidumbre.
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Consiga Sueños con audacia de Mónica Graciela Sosto en esta página.
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