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La princesa Belisa era bella y sentiase sin embargo desgraciada, porque su padre el rey había resuelto casarla con el príncipe Lejano. La noche antes de embarcarse para las remotas tierras de este príncipe, daba ella una vuelta por el parque, a la sombra de un bosque de laureles-rosas, acompañada de sus damas de honor. Estas formaban una theoría, arrastrando de dos en dos sus túnicas de lino, con un lirio en la mano. El lirio simbolizaba la inocencia y el sacrificio de la princesa. Pasaron así junto a un lago verdinegro, donde bogaban amorosamente dos cisnes, bajo la luz del plenilunio...

Al otro día, la princesa Belisa se embarcó con sus damas en un esquife de marfil con velas de púrpura. Pero en la mitad de la travesía estalló una tormenta que levantaba olas como montañas y cordilleras. Sobre ese océano de abismos imperaba, volando serenamente, un gigantesco albatros. Lo cual no impidió que el buque naufragase... El mar arrojó más tarde los cuerpos de las vírgenes a la playa. Recogiéronlos varios pescadores, que al ver rostros tan hermosos, ¡infelices! se enamoraron de las muertas. Lleváronlas a un cementerio gótico abandonado en un campo de asfodelos, y las enterraron. Sobre sus tumbas crecieron espontáneamente, como en almácigo, iris blancos y lises rojos. ¡Inexplicable caso, porque estas dos especies vegetales nunca, ni antes ni después, pertenecieron a la flora silvestre de la comarca!...

Terminada la lectura, Aristarco se agarraba el vientre, como para no reventar de risa...

-¡Bien, muchacho, bien! -exclamó. -Cuando llegas tan ingeniosa combinación de disparates, estoy por creer que tienes talento, a pesar de tus buenas notas en los exámenes.

Después de reprender a Aristarco por su frivolidad, del Laurel dijo a Simplón:

-No le hagas caso, Juanillo. Tu cuento-poema no carece de mérito por cierto... Pero tiene también sus defectos. El principal es contener demasiado argumento. Hay plétora de argumento. No necesitas hablar de tantas cosas, ni narrarlas sucesivamente como en los cuentos para niños. Busca la sensación, ¡ante todo la sensación ¡Y la sensación poética es producto de musicales combinaciones de palabras y no de lógica sucesión de ideas! ¡Música, música, mucha música! Y después luz, ¡oh la luz! Tú has de alcanzar todo eso, sí, tú llegarás. Ya ésta composición marca un progreso sobre la primera, la tercera será mejor que la segunda, la cuarta que la tercera, la quinta que la cuarta, la sexta que la quinta, y así de seguido... hasta que llegues a la obra maestra.

 
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El canto del cisne de Carlos Octavio Bunge   El canto del cisne
de Carlos Octavio Bunge

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