Apuntadas estas preciosas indicaciones, Juanillo se quedó mirando a Aristarco, como preguntándole el modo de usarlas. ¿Haría una simple ensalada rusa con los ingredientes?...
Comprendió Aristarco su muda interrogación, y le repuso:
-Te he dado las piedras para componer el mosaico. Componlo como quieras.
Y cuando Juanillo se despedía, dando las gracias a sus amigos y consejeros, todavía Aristarco le agregó algunas indicaciones más:
-Si quieres estar siempre despampanante, nunca llames a las cosas por sus nombres... En las metáforas y paralelos, compara siempre lo claro, material y conocido, como una tormenta, con lo oscuro, espiritual y desconocido, como el estado de alma de un poeta después de haber degollado, su anciana madre...
Simplón se retiro tan contento con
estas advertencias en la mollera y en el bolsillo, como si le hubieran entregado las llaves del templo de la gloria. Iba resuelto a aplicarlas en asidua y metódica labor. ¡Pero que difícil sería embutir tan heterogéneos "ingredientes" en el pellejo de un cuento-poema!...
Sin desalentarse,
trabajó, trabajó, trabajó... Y, después de
veintiún días de esfuerzo y de gastar treinta y cinco bloques de
papel en borradores, tenía su cuento-poema concluido, muy concluido, y
tan concluido, que ya no se lo podía cambiar ni media coma.Llego a del Laurel y a Aristarco, siempre reunidos en casa del primero, la interesante y breve composición. En ella toda una "trouvaille" para dar lógica cabida a los elementos que indicara Aristarco... Traduciéndola al pobre lenguaje de mortales, resultaba una historia conmovedora...