... Su hazaña, que se dio por
hecha, extendió pronto su nombra de ogro en veinte y treinta leguas a la
redonda. El empresario del "circo de lona" de Pehuajó
soñó con contratar al "ogro de los cisnes", en reemplazo
de "la mujer que come vidrio, espadas y fuego", pues el público
ya estaba cansado de esta mujer. Lo contuvo la posición social de
Juanillo, y la consideración de la dificultad que había en
proporcionarlo todas las noches tanta alimaña para que la comiera en
público. Las piezas, una vez comidas, no podían repetirse, como
ocurría con el vidrio, las espadas y hasta el fuego de la mujer
tragona...
Rodeado de esta alta fama culinaria, mal
que bien, Juanillo escribió su "Canto del Cisne". Volvióse con él a la capital y se lo leyó con su quejumbrosa voz a del Laurel y su inseparable Aristarco López...
-Mejor, mejor, va mejor, muchacho -afirmó del Laurel. -Pero todavía ni sueñes en publicarlo. No está escrito, no.
El juicio de Aristarco fue más
severo:
-Ya que eres bueno y confiado, quiero
hablarte con franqueza, Juanillo -dijo a Simplón. -Tu cuento-poema se define en una sola palabra: es un mamarracho. Déjate de simplezas; reconoce que no tienes talento, como tenemos yo y del Laurel; y ocúpate de derecho y política, en los cuales no se necesita tanta inteligencia, es, por lo menos, más fácil simularla. ¡Considera tu "Canto del Cisne" como el verdadero canto del cisne de tus ambiciones literarias!
Juanillo miró a del Laurel, ansioso de que contradijera a Aristarco; pero del Laurel estaba en ese momento bastante ocupado en acariciarse la melena... Desalentado, con la muerte en el alma, Juanillo se retiró entonces a su casa. Por el camino compró seis cajas de fósforos, resuelto a desleír el veneno en algún vinillo dulce, para que no resultase el mortal brebaje demasiado feo...
FIN