-Ya se me había ocurrido esa idea.
-¡Qué queréis, monseñor! -dijo el director-: es menester
resignarse.
Esta conversación se mantenía en el comedor del piso bajo.
El obispo calló un momento; luego, volviéndose súbitamente
hacia el director del hospital, preguntó:
-¿Cuántas camas creéis que podrán caber en esta sala?
-¿En el comedor de Su Ilustrísima? -exclamó el director
estupefacto.
El obispo recorría la sala con la vista, y parecía que sus ojos
tomaban medidas y hacían cálculos.
-Bien veinte camas -dijo como hablando consigo mismo; después,
alzando la voz, añadió: Mirad, señor director, aquí evidentemente hay un error.
En el hospital sois veintiséis personas repartidas en cinco o seis pequeños
cuartos. Nosotros somos aquí tres y tenemos sitio para sesenta. Hay un error, os
digo; vos tenéis mi casa y yo la vuestra. Devolvedme la mía, pues aquí estoy en
vuestra casa.
Al día siguiente, los veintiséis enfermos estaban instalados en
el palacio del obispo, y éste en el hospital.
Monseñor Myriel no tenía bienes. Su hermana cobraba una renta
vitalicia de quinientos francos y monseñor Myriel recibía del Estado, como
obispo, una asignación de quince mil francos. El día mismo en que se trasladó a
vivir al hospital, el prelado determinó de una vez para siempre el empleo de
esta suma, del modo que consta en la nota que transcribimos aquí, escrita de su
puño y letra:
Lista de dos gastos de mi casa
¾ Para el seminario 1500
¾ Congregación de la misión 100
¾ Para los lazaristas de Montdidier
100