https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El parásito del tren" de Vicente Blasco Ibáñez (página 4) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Jueves 01 de mayo de 2025
  Home   Biblioteca   Editorial      
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  (4)  5  6  7 
 

Yo estaba sentado junto a él; mis rodillas, en su espalda. Entraba en el departamento un verdadero huracán. El tren corría a toda velocidad; sobre los yermos y terrosos desmontes resbalaba la mancha roja y oblicua de la abierta portezuela, y en ella, la sombra encogida del desconocido y la mía. Pasaban los postes telegráficos como pinceladas amarillas sobre el fondo negro de la noche, y en los ribazos brillaban un instante, cual enormes luciérnagas, los carbones encendidos que arrojaba la locomotora.

El pobre hombre estaba intranquilo, como si extrañase que le dejara permanecer en aquel sitio. Le di un cigarro, y poco a poco fué hablando.

Todos los sábados hacía el viaje del mismo modo. Esperaba el tren a su salida de Albacete, saltaba a un estribo, con riesgo de ser despedazado; corría por fuera todos los vagones, buscando un departamento vacío, y en las estaciones apeábase poco antes de la llegada, y volvía a subir después de la salida: siempre mudando de sitio para evitar la vigilancia de los empleados, unas malas almas enemigas de los pobres.

-Pero ¿adónde vas? -le dije-. ¿Por qué haces este viaje, exponiéndote a morir despedazado?

Iba a pasar el domingo con su familia. ¡Cosas de pobre! Él trabajaba algo en Albacete y su mujer servía en un pueblo. El hambre los había separado. Al principio, hacía el viaje a pie; toda una noche de marcha; y cuando llegaba por la mañana, caía rendido, sin ganas de hablar con su mujer ni de jugar con los chicos. Pero ya se había despabilado, ya no tenía miedo, y hacía el viaje tan ricamente en el tren. Ver a sus hijos le daba fuerzas para trabajar más toda la semana. Tenía tres: el pequeño era así, no levantaba dos palmos del suelo, y, sin embargo, le reconocía, y, al verle entrar tendíale los brazos al cuello.

-Pero ¿tú -le dije- no piensas que en cualquiera de estos viajes tus hijos van a quedarse sin padre?

Él sonreía con confianza. Entendía muy bien aquel negocio. No le asustaba el tren cuando llegaba como caballo desbocado, bufando y echando chispas; era ágil y sereno; un salto, y arriba; y en cuanto a bajar, podría darse algún coscorrón contra los desmontes, pero lo importante era no caer bajo las ruedas.

 
Páginas 1  2  3  (4)  5  6  7 
 
 
Consiga El parásito del tren de Vicente Blasco Ibáñez en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El parásito del tren de Vicente Blasco Ibáñez   El parásito del tren
de Vicente Blasco Ibáñez

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2025 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com