TRES COMENSALES ADMIRADOS DE COMER JUNTOS
Al llegar la carroza ante la puerta primera de la Bastilla, se
paró a intimación de un centinela, pero en cuanto D'Artagnan hubo dicho dos
palabras, levantóse la consigna y la carroza entró y tomó hacia el patio del
gobierno.
D'Artagnan, cuya mirada de lince lo veía todo, aun al través de
los muros, exclamó de repente:
?¿Qué veo?
?¿Qué veis, amigo mío? ?preguntó Athos con tranquilidad.
?Mirad allá abajo.
?¿En el patio?
?Sí, pronto.
?Veo una carroza; habrán traído algún desventurado preso como
yo.
?Apostaría que es él, Athos.
?¿Quién?
?Aramis.
?¡Qué! ¿Aramis preso? No puede ser.
?Yo no os digo que esté preso, pues en la carroza no va nadie
más.
?¿Qué hace aquí, pues?
?Conoce al gobernador Baisemeaux, ?respondió D'Artagnan con
socarronería: ?llegamos a tiempo.
?¿Para qué?