-Para ver.
-Siento de veras este encuentro, -repuso Athos, -al verme,
Aramis se sentirá contrariado, primeramente de verme, y luego de ser visto.
-Muy bien hablado.
-Por desgracia, cuando uno encuentra a alguien en la Bastilla,
no hay modo de retroceder.
-Se me ocurre una idea, Athos, -repuso el mosquetero; - hagamos
por evitar la contrariedad de Aramis.
-¿De qué manera?
-Haciendo lo que yo os diga, o más bien dejando que yo me
explique a mi modo. No quiero recomendaros que mintáis, pues os sería
imposible.
-Entonces?...
-Yo mentiré por dos,, como gascón que soy.
Athos se sonrió.
Entretanto la carroza se detuvo al pie de la puerta del
gobierno.
-¿De acuerdo? -preguntó D'Artagnan en voz queda,
Athos hizo una señal afirmativa con la cabeza, y, junto con
D'Artagnan, echó escalera arriba.
-¿Por qué casualidad?... -dijo Aramis. -Eso iba yo a
preguntaros,-interrumpió D'Artagnan.
-¿Acaso nos constituimos presos todos? -exclamó Aramis
esforzándose en reírse.
-¡Je! eje! -exclamó el mosquetero, -la verdad es que las
paredes huelen a prisión, que apesta. Señor de Baisemeaux, supongo que no habéis
olvidado que el otro día me convidasteis a comer.