- ¿Y a tu tío? ¿Has avisado a tu tío?
- No, Ramona -antes y todavía ahora la llamaba "chacha". El nombre de pila
pronunciado enfáticamente sólo lo utilizaba cuando estaba contrariado.
- Tienes que telefonearle enseguida. Vive lejos y querrá asistir al funeral,
como es natural.
- Eso no es seguro.
- Tienes que comunicarle la muerte de tu madre, de su única hermana. Y luego
que él decida lo que quiere hacer.
Marcelo hacía años que había abandonado Las Hilandarias. Desde que dio aquel
sonado braguetazo, no había vuelto a poner los pies en el pueblo. Vivía en
Fuengirola.
Larrea no tenía ninguna relación con su tío. No recordaba el tiempo que
llevaba sin verlo, más que a su ex mujer. De hecho, se le había borrado de
la memoria ese parentesco.
-o-
Cuando regresó del despacho, Larrea, apoyándose en una columna, quedó
pensativo. Una bandada de golondrinas sobrevoló la montera. Una estela de
aves negras y esbeltas que pasaron raudas por encima de la cristalera. Una
sucesión de signos cruciformes que cortaron el espacio silenciosamente.