-Yo no me paro en pequeñeces
-dijo D. Santiago Fernández-, y aunque tolero un apodo honroso, no
consiento que nadie se burle de mí. A fe, a fe, que cuando uno ha servido
en las milicias del Rey por espacio de veinte años, cuando uno ha estado
en la campaña de Portugal, cuando uno ha tenido también el honor
de encontrarse en la expedición de Argel que mandó el Sr. D.
Alejandro O'Reilly en 1774; cuando después de tan gloriosas jornadas se
le han podrido a uno las nalgas sentado en la portería de la oficina del
Detall y cuenta y razón del arma de artillería, viendo entrar y
salir a los señores oficiales, y haciéndoles un recadito hoy y
otro mañana, bien se puede alzar la cabeza y decir una palabra sobre
cosas militares.
-Eso mismo digo yo -indicó
doña Gregoria-. Bien saben todos que tú no eres ningún
rana, y que has escupido en corro con guardias de Corps y walonas y generales de
aquellos que había antes, tan valientes que sólo con mirar al
enemigo le hacían correr.