-¡No! ¡Estoy bien! -repuso Jack tratando de levantarse; pero,
al apoyar su pierna izquierda, lanzó un grito de dolor y cayó nuevamente al
suelo.
-¿Qué te pasa, Jack? -preguntó Frank, alarmado.
-Caí de cabeza, pero parece que me rompí la pierna. No le
cuentes a mamá -pidió Jack, apretando el brazo de su hermano.
-Levántale la cabeza, Frank. Le ataré mi pañuelo para detener
la sangre -dijo Ed Devlin, mientras colocaba un puñado de nieve sobre la
herida.
-Será mejor llevarlo a su casa -aconsejó Gus.
-Lleven también a Jill; parece que se rompió la espalda. No
puede moverse -añadió Molly Loo.
-¡Fue por mi culpa! -gimió Jack-. No debí haberla llevado por
esa pendiente.
-No, la culpa fue mía. Si me hubiera roto todos los huesos, me
lo tendría merecido. ¡No, no me ayuden, deberían dejarme morir de hambre y frío
aquí! -exclamó Jill, con angustia.
-Pero nosotros queremos ayudarte -murmuró Merry-. Ya veremos
quién es el culpable.
-Allí viene un auto. Iré a decirle que se acerque -anunció Gus
y salió corriendo.
Cuando se acercó el vehículo, los niños se tranquilizaron
porque lo manejaba el señor Grant, padre de Merry.